martes, 25 de mayo de 2010

[Se cierra corchete ]

En unas diecisiete horas estaré cogiendo un avión que me llevará de nuevo rumbo a Guinea. Es una sensación extraña. Lo dije ya aquel día a Bola y a Agus: no sé cuál es el paréntesis, si éste de venir a Madrid o aquel de irme a Guinea. Fue entonces cuando llegamos a la conclusión de que esto era más bien un paréntesis dentro de un paréntesis; o sea, un corchete ([]).

Este corchete me ha dejado muchas sensaciones fuertes: el barrio, con todo ese significado que ha cobrado de un tiempo a esta parte, sobre todo por esos amigos a los que tanto he echado de menos, porque son fuente continua de nuevos retos vitales, de nuevos sueños, de bendita absurdez y de sencillo optimismo, porque siguen teniendo "la locura adecuada"; la familia, por mucho que siempre parezca que no sabes expresarles suficientemente bien lo mucho que te importan; la paz de sentirse en casa, de saberse en terreno conocido; el tiempo de calma y l oportunidad de hacer un saludable zoom para darse cuenta de una forma más realista de lo que te gusta y no te gusta de aquella experiencia, de lo que te llena inmensamente y lo que te hastía o te atrapa en esta vida de aquí. Tiempo para sincerarse con una misma, nos gusten o no las conclusiones; el Trofeo AJIVA y ser consciente de la inmensa fortuna de haber vivido sensaciones tan fuertes en esos locales, y constatar con cierta ¿tristeza? que es difícil encontrar otro algo que genere sensaciones tan fuertes, y negarse en lo más íntimo a terminar de entregárselas al pasado; la obra watabatera, y volver a ese hogar teatral (el Caro), a ese escenario que, como recordaba con Pablo, ha sido a lo largo de diez años desde una oficina de recursos humanos hasta un acantilado, pasando por un álbum de fotos o un vagón de metro, o la casa de Andrea y Marcos. Ha sido tantas cosas, que es una parte de la vida de los que nos hemos dejado muchas tardes de domingo soñando, creando, expresando, compartiendo... encima de esas tablas de madera que el tiempo va desgastando. Ha sido en parte lo sucedido en ese escenario lo que nos metió este gusanillo del teatro que te acompaña aunque estés a muchos miles de kilómetros de cualquier cosa parecida a un escenario y que te impulsa a decir de forma casi irracional "necesito hacer teatro", igual que echas de menos la ducha, montar en bici o el gazpacho; asomarse a las nuevas vidas que emprenden unos y otros: los que se casan, los que arreglan casas y las pintan de morado, los que el Nilo en casa y terrazas de ensueño con sillas coloridas y familiares, los que sueñan con vivir en una flor de loto invertida...

Y de fondo, como poniendo el marco, todas esas pequeñas cosas: un zumo de melocotón en una terraza, el aire fresco al caer la noche, la toalla suavita al salir de una buena ducha, dejarse caer en bici cuesta abajo por la calle Atocha, sentir el calor de la gente en cada abrazo (récord para el abrazo de Juanjo), sentir que te han echado de menos tanto como tú a ellos, sentir que las cosas fundamentales siguen tal y como las dejaste...

Es bonito constatar que salir de aquí no fue una huída, porque esta mi/nuestra vida de aquí está llena de cosas infinita e intangiblemente valiosas.

Y ahora, se cierra el corchete. Toca volver a aquella otra realidad que ahora mismo podría casi dudar si ha sido un sueño.

Pero tengo otro corchete escondido en la manga: nos vemos en julio. Hasta pronto.