jueves, 31 de diciembre de 2015

2015...callos con panceta

Todavía con el sudor húmedo en la espalda, después de correr la San Silvestre (sólo hasta el barrio) por primera vez, y con la adrenalina aún fluyendo por mis venas, terminar el año con un reto se me hace poco menos que una metáfora de lo que ha sido todo él.

Creo que este año ha sido un reto continuo: el reto de construirme y reinventarme una y otra vez hasta la saciedad (o casi hasta la hartura); el reto de convencerme cada día de que, bajo los aparentes bandazos, en realidad hay una dirección más o menos clara. El 1 de enero de 2015 se ponía fin oficialmente a los 3 años de mayor estabilidad laboral y vital de mi existencia. Era el pistoletazo de salida de un año en el que, al dejar el trabajo más lleno de sentido que he tenido nunca, me iba a ver abocada a una interminable lista de cambios de identidad sólo propios del mismísimo Mortadelo (de los Mortadelo y Filemón de toda la vida). En un solo año natural he sido médico especialista en adicciones, directora de un centro de la Agencia Antidroga, profesora de auxiliares de enfermería, docente de monitores de tiempo libre, médico de centro de salud, finalista en un casting de Televisión Española, psicoterapeuta y médico en la prisión de Estremera. Sé que desde fuera no se entiende... A duras penas lo he entendido yo, y me lo he tenido que explicar todos y cada uno de los días de este año. Todo esto sin contar que para lo de ser psicoterapeuta, que es en lo que estamos de todas todas y a donde el camino parece que lleva al final de los finales, una ha tenido que aprender a ser además una especie de ser multiprofesión y multitarea. Así, he sido mi propia publicista, contable, gestora, agente inmobiliaria, jurista, secretaria, recadera, maquetadora, guionista, community manager y un amplio etcétera de detalles. Todo esto agota. Mucho más que correr la San Silvestre, en la que parece que te llevan en volandas.

Mucho esfuerzo físico (sin vacaciones oficiales desde octubre de 2014) y sobre todo mental. Pero todo esfuerzo tiene su recompensa. ¿Qué me has dado, 2015, con tus idas y venidas, con tus ráfagas agotadoras, con tu verano de olas de calor en Madrid, con tus dos "suicidios laborales" en pro de lo ideales, con tu incertidumbre y tu no saber a más de dos meses vista? Me has traído también muchas alegrías. Logros físicos: pasar del nivel principiante al nivel intermedio de danza contemporánea después de 5 años de esfuerzo tenaz, cientos de kilómetros en bici por las vías verdes andaluzas, la San Silvestre y sus tres meses previos de entrenamiento de cinco en cinco minutos; logros profesionales: por fin soy oficialmente psicoterapeuta, y de nuevo me siento médico de familia con todas las de la ley (sudado reciclaje mediante); logros espiritules: el mindfullnes (o la meditación, que suena menos snob) es ya hoy por hoy un hábito saludable para mí como comer lechuga o lavarse los dientes. 

2015 es más, claro que sí: es ver series en inglés y entender el 75%, son las clases de "runninglish", es granola, es Ágape y todo lo que Ágape significa, son los niños que dicen cosas, es conocer la Gestalt y aprender a empezar a amarla, es reír a carcajadas con "Nadie sabe nada" escoba en mano, es ajustar la vida y diseñar un menú "Fast good in Jail". Son reencuentros inesperados que hacen cantar al alma. Son pacientes agradecidos. Son profesores admirados. Son personas que desnudan su alma ante mí, que me entregan para que lo cuide lo más íntimo de sus vidas. Es cerrar gestalts inacabadas. Es reaprender a suturar. Es poner en la lista de cosas pendientes e importantes "volver a hacer teatro", porque recuerdas que de niña pasabas los sábados disfrazada. Es entender por fin cómo se traduce eso de que el cuerpo y la mente son la misma cosa. Es saber que siete (¡siete!) años después, estás más enamorada que el primer día. Es volver a pintar el rostro de Dios, cada vez más misterioso, y por eso mismo más real. Es la gente importante que cumple esa profecía que me dice que "van a estar ahí para siempre". 

2015 termina para mí con cansancio y agradecimiento. Con ganas de tragarlo del todo para engullir otro bocado nuevo, porque éste ya se me hace bola. Pero a pesar de todo, 2015, no me dejas mal sabor de boca. Has sido un plato difícil de digerir, pero alimenticio. Y es que todo, todo, se digiere mejor en compañía de la gente a la que quieres y te quiere. He corrido esta carrera con el mejor compañero de mesa que se puede tener. Y, antes de tragar el último bocado, como siempre, allí estaban esos "locos con la locura adecuada" para recibirme, para recordarme que las vidas vividas en plenitud y con sentido no siempre son fáciles, pero están llenas de una alegría impagable con todo el oro y la estabilidad del mundo.