domingo, 29 de septiembre de 2019

Watabata 99

Éramos muy sabios. Inocentemente sabios. Casi ingenuamente sabios. Nos llegó el aroma y decidimos quedarnos a comer la tarta. Aún mejor, a COMPARTIR la tarta. 
Veinte años atrás, yo tenía mucho que aprender, y (no sé si más) que desaprender. Fui a hacer teatro (me ha gustado y lo he hecho desde muy pequeña), pero el regalo que me esperaba era insospechado. Me estaba esperando una de las dos, a lo sumo tres, experiencias que han sido claves en el puzzle de mi identidad. 
Os miraba a tod@s estos días, y me preguntaba qué hizo grande esta experiencia. Para mí, ya os lo dije ayer (anochecer en la montaña, ojos cerrados, cogidos de las manos), la palabra clave es autenticidad, una seductora y poderosa invitación a dejarse ser, a probar qué es lo que soy/quiero ser, muchos "¿por qué no?". 
Nunca me sentí totalmente de aquel " núcleo duro" de los primeros años (¡maldito Camino de Santiago al que no pude ir!). Pero siempre me sentí muy querida. Y sentí que os quería mucho. Os quería como grupo, como colectividad en la que ser y construir junt@s; y me encontré con cada un@ de vosotr@s, en diversidad de cercanías. Algunos incluso pasasteis con el tiempo a ser partes de mí sin las que hoy no me entiendo. Tod@s tuvisteis y tenéis un papel en mi mundo interior y me evocáis sonrisa y una especie de preciosa fraternidad. 
Encontrarnos este fin de semana me hace sentirme aún más cerca de lo que pudimos estar entonces en el Caro, en la biblioteca, en Almorox, en el aula 11, en el hall de la facultad, sobre el escenario... Como decía hoy alguien, no ha sido sólo recordar, sino confirmar y actualizar. Siento que aún nos queda por compartir, que no sois sólo (que ya sería mucho) nostalgia y pasado. Encontrarnos reaviva en mí otro reencuentro que he empezado este verano con las experiencias fundantes de mi vida. Me conecta con esa sabiduría profunda, con esas certezas que se adquieren en las experiencias fuertes del caminar por la vida. Nos ha permitido también reelaborar juntos nuestras narrativas colectivas (o sea, cómo nos contamos nuestra historia común), las de nuestras aventuras y momentos vitales compartidos, las de nuestros encuentros y desencuentros, incluso las de nuestros intercambios de fluidos ;) Mi yo de hace veinte años supo que aquí había "droga de la buena", de la que genera salud, de la que pide más porque hace VIVIR con mayúscula.


Me gusta en lo que nos hemos convertido. Y, al menos yo, al reencontrarme con todo aquello y tod@s vosotr@s, los y las de hoy, puedo reactualizar lo que soy refrescando las partes genuinas que regué junto a vosotr@s y florecieron entonces, dando sustento a lo que vendría después, ya cada un@ por nuestro camino. Vuelvo más viva. Más yo.

Entonces hicimos buen teatro (¡me ha encantado revisionar nuestros montajes con vosotr@s y volver a sentir los nervios del estreno y los ensayos!), nos construimos junt@s, seguimos viviendo ya con la impronta de lo compartido y seguimos después sumando y construyendo. Y hoy, a la vista de este fin de semana, seguimos sumando. Al reencontrarnos, seguimos aprendiendo junt@s, compartiendo experiencias, jugando, abriendo nuestras mentes, tratando de apartar los juicios. Necesitando pocas drogas porque otras cosas nos sacian con creces. Riendo, sintiendo, buscando, compartiendo intimidad. Se nos siguen llenando los ojos de lágrimas.  Seguimos muy VIVOS. 


¡GRACIAS!