sábado, 20 de marzo de 2010

Paquito

Son las once de la noche. Estoy sola en casa, porque todo el mundo ha decidido irse por ahí hasta altas horas, pero a mí me apetecía más quedarme tranquila en casa, cenar un poco de leche con cereales y escribir y leer un rato, disfrutando por una noche de ese "estar solo en casa" que hace rato que hemos perdido desde que somos familia numerosa y que tan bien viene de vez en cuando.
Antes de subir a la habitación, voy a asegurarme de que la puerta está bien cerrada. Esta gente ha salido un poco a trancas y barrancas y se han dejado todas las llaves sin echar. Cojo las llaves y me dispongo a cerrar el cerrojo de la cancela blanca, y me encuentro con que no cierra bien. Intento cerrar, pero algo falla en el cerrojo.
_¿Te has quedado?- me grita una voz conocida desde la oscuridad del patio.
_¡Hola, Paquito!-le digo mientras le busco entre la sombra de la noche. Paquito es muy negro, y como cuando está el generador puesto, como esta noche, no damos las luces del patio para no sobrecargarlo, hay que hacer un esfuerzo para verle- Pues sí, es que mañana me toca levantarme pronto para trabajar un poco.
-Ah... -Paquito se ríe.
-Este cerrojo no cierra-digo mientras sigo probando con la llave.
Paquito no pierde un minuto y se pone a mirar qué demonios le pasa al cerrojo. Busca un martillo, le da unos golpes al cerrojo y en menos de cinco minutos el cerrojo está arreglado.
-Esta casa... Siempre hay algo nuevo- dice Paquito mientras le da unos martillazos.
-Gracias, Paquito. ¡Qué haríamos sin ti!. Buenas noches.
Paquito se ríe de nuevo y me da las buenas noches.

Paquito es nuestro guachi. Bueno, uno de nuestros guachis. Porque tenemos dos. Pero es que Paquito es nuestro guachi preferido.
Guachi viene de guachiman, que a su vez es la adaptación guineana del término anglosajón watchman. O sea, que Paquito es nuestro vigilante.
A Paquito se le coge cariño rápido. O al menos Miguel y yo se lo cogimos en seguida. No es especialmente hablador, ni especialmente simpático. Pero tiene algo que le hace entrañable.
Además, Paquito es la eficacia hecha persona. Además de vigilante, es electricista, y con los problemas de electricidad que tiene esta casa, eso es un valor añadido. Pero no es sólo eso: es que Paquito siempre está dispuesto para lo que se necesite en la casa en su turno de trabajo, aunque no sean "estrictamente sus funciones". Lo mismo te cambia la bombona de butano (porque tú eres un pardillo europeíto recién llegado que no tiene ni fuerza ni maña para apretar bien la manguera) que te da unos martillazos para arreglarte el cerrojo ipso-facto o se pasa las noches tocando los cables y los diferenciales para que tengamos luz en casa.
Paquito no sólo es trabajador, sino que le gusta hacer bien su trabajo. Por ejemplo, siempre pregunta quién queda en la casa o quien falta por llegar, como para tener bien controlado cuándo llegamos todos, o cuando debe preocuparse si ve algún movimiento raro dentro de la casa.
Cuando llegas por la noche a casa, le encuentras en su garita, escuchando la radio, o leyendo algún libro, a la luz de una vela si se ha ido la luz.
Cuando has perdido la cuenta de los turnos de los guachis, y de repente te encuentras con que esta noche le toca a Paquito, te da una alegría, porque sabes que hoy no te tendrás que ocupar de bajar a cambiar la luz de la calle a la luz de generador y viceversa las veinte veces por noche de rigor, sino que él va a estar pendiente de todo; porque sabes que Paquito se toma en serio su trabajo, como si fuera el más importante del mundo. El día que está Paquito, sabes que de un modo o de otro acabará habiendo luz en la casa. Paquito es responsable y muy trabajador.

Cuando me enfado o me ofusco, porque a veces me cuesta el carácter de la gente de aquí, pensar en algunos guineanos, entre ellos Paquito, me hace recuperar la motivación y la paciencia, me hace recordar que merece la pena estar aquí.

Y terminare este homenaje a Paquito con una cancioncilla-chorra que nos inventamos el otro día Miguel y yo en uno de esos momentos cantarines-compositores que nos dan de vez en cuando y que van nutriendo la colección Guinea-Mix (canciones inventadas sobre personajes y circunstancias de esta nuestra gran aventura) que venderemos a la vuelta hasta conseguir ser disco de platino:

(Imagínese a ritmo de Paquito el Chocolatero)

"Paquito, el guachi que quiero
experto en el mundo entero.
Enchufes, diferenciales,
el grupo y todas las fases.
Ti-to-ti-to-ta-ti-tirorí-tirorí ¡LUZ! ¡LUZ!
Ti-to-ti-to-ta-ti-tirorí-tirorí ¡LUZ! ¡LUZ!
Ti-to-ti-to-ta-ti-tirorí-tirorí ¡LUZ! ¡LUZ!
..."

miércoles, 10 de marzo de 2010

Pequeño momento histórico

Miro por la puerta entreabierta, y veo la sala que me acogerá durante las mañanas y tardes de los próximos dos días y medio. Una sala moderna, con una gran mesa de reuniones y varios sillones de oficina a su alrededor. Sólo algunas de ellas están ocupadas. El resto están vacías, esperando al resto de invitados a la reunión, mientras un par de personas se afanan en lo que parece ser la preparación de la misma. Por la ventana del Hotel Club Naútico de Luba se puede ver el mar.


Veintiséis horas antes, me suena el aviso de Skype. Es Dani, que me habla desde el piso de abajo:

Daniel Cobos: puedes bajar
??
Virginia Núñez Martínez: Sí. Allá voooooy


Saludo y me presento. "Hola, soy la Dra. Virginia Núñez, de FRS". Extiendo la mano e inmediatamente es estrechada por las manos de los que están en la sala. Los días en Malabo, con la gente del Ministerio, me hacen recordar esos árboles que flanquean las carreteras, con sus miles de hojas con forma de manos abiertas, como una multitud que tendiera sus miles de manos, dispuestas a ser estrechadas.

-Sí, bueno, pues voy a hablar con ella, a ver si cabe en su plan de trabajo.
Dani cuelga el teléfono.
-A ver, nos han invitado a una reunión con un grupo restringido del Ministerio, porque van a rehacer la política sanitaria del país. Me han llamado a mí para ir como experto, pero yo no puedo ir. ¿Puedes ir tú?

Intercambio unas palabras con el que resulta ser el Director General del Programa de Vacunación. Hablamos de España, de la época colonial, de la cooperación de los noventa...
Al más puro estilo del país, la hora de empiece se retrasa.
Por fin van llegando los asistentes. Finalmente, el Secretario de Estado de Salud Pública inicia la reunión. Empezamos de pie. Tras la apertura, nos sentamos. Nos explican que estamos allí para actualizar el Plan Nacional de Desarrollo Sanitario, con el apoyo de la OMS. A mi alrededor, los Directores Generales de Farmacia, Planificación, Prevención, Recursos Humanos, Laboratorios, Salud Reproductiva... Un representantes del FNUAP, uno de la OMS, uno de la brigada médico-cubana. Y también yo, representando a ese gran nosotros, FRS.
La prensa anda por allí. Nos graban para el telediario.

"¿Pero tú crees que yo puedo ir?"

Empieza la reunión, y fijamos un poco los objetivos y el plan de estos dos días. La verdad es que las cosas no están muy claras, y nos lleva un rato reconstruir el programa. Finalmente, todo queda más o menos esbozado. Al final de la reunión parece que todos tenemos más o menos claro para qué se nos ha convocado allí.

"¿Ilustre? Soy Daniel, de FRS. Mire, que aunque yo no puedo ir a la reunión, va a ir la Dra Virginia, nuestra Sanitario de Sede. Aunque no como experta, pero sí para llevar un poco la voz de FRS. De acuerdo. Bueno, pues mañana por la mañana le llamo y me comenta cómo va la agenda, si le parece bien. Hasta mañana entonces."

Al día siguiente por la mañana, nos plantamos ante el antiguo documento de Política Nacional de Salud. Data de dos mil dos. El trabajo consiste en actualizarlo. Punto por punto, vamos revisando el documento, opinando, debatiendo, discutiendo, modificando. Llega la parte en que se enumeran los problemas del Sistema Sanitario, y tengo ocasión de ir dando la visión que ayer consensué con Dani que íbamos a dar cuando hablamos por teléfono por la noche , alumbrando mis anotaciones con la linterna y salvando los problemas de cobertura ( yo desde la casa de Elá Nguema, en Malabo; él en Bata) entusiasmados con la idea de poder comentar en un foro como ese las cosas que tantas veces hablamos por la sede, que oímos a las hermanas y a los equipos, a las que damos vueltas unos y otros, y en las que tanto quisiéramos de alguna manera poder incidir para mejorar el sistema de salud.
Para mi sorpresa, pese a ser mujer y la más joven de todos los que están en esa sala, se me escucha con respeto, se atiende a las sugerencias que presento, noto el crédito que se da a todo lo que digo. Y sé que no es a mí, sino a FRS. Y sé que Dani tiene mucha culpa de que en el Ministerio se escuche tanto a FRS, y de rebote a mí en este momento. Dice el coordinador en algún momento de la reunión que somos algo así como la voz "desde el terreno".
"¿Sí, Virginia?", me dice el coordinador de la reunión con interés cada vez que levanto la mano.

-Bueno, pues vamos a buscar, que yo creo que aquí en la Sede tiene que haber algún ejemplar de la antigua política.
Me paso la tarde leyendo las recomendaciones de la OMS, los building blocks, lo que puedo para estar un poco más a la altura de las circunstancias.

Finalmente, tras largas discusiones, se traza una hoja de ruta para rehacer la política de salud del país y el cómo llevarla a cabo. El Ministerio cuenta con nosotros para varios grupos de trabajo de aquí a julio. Planifican hacer cosas en las que nosotros, FRS, ya habíamos planificado también trabajar. Genial, parece que cuadra. Nos ponemos a su disposición.
A la salida de la reunión, tengo una mezcla de cansancio, esperanza, sensación de haber presenciado y sido partícipe de un pequeño momento histórico, miedo a que las buenas intenciones se queden en eso y ganas de seguir trabajando en esto, porque es difícil estar más en lo macro, porque de alguna manera esto va a tener impacto.

-Tú tranquila, Vir.
-Vale. Mañana te cuento.

Cuando en CAPS hablábamos de trabajar con los sistemas públicos de salud, no creo que ninguno imagináramos poder llegar a estar en situaciones como esta.

-Dani te ha hecho un regalo-me dijo Miguel en la Plaza de la Catedral, donde nos encontramos a la vuelta del segundo día de reunión.
Lo sé. Sé que, si Dani hubiera podido, le hubiera encantado estar en una reunión así. Y sé también que lo hubiera hecho mejor que yo. Y sé que él lo sabe.
Sin embargo, decidió confiar en mí.
Gracias, Dani.