lunes, 23 de noviembre de 2009

AGUA

Si Mecano le dedicó una canción al Aire, es justo que yo le dedique un post al Agua.
Y es justo porque llevo desde que pisé este país reflexionando sobre ella.
Al día siguiente de llegar, Dani nos sentó en su despacho y nos contó toda la matriz de planificación del proyecto. El objetivo 1 tiene como resultado 4 la "Mejora de las condiciones higiénicas de la población", en lo que respecta al agua, las letrinas y la correcta gestión de los residuos. Empezaba a quedar claro que el agua era un bien escaso cuando dicho resultado 4 entra casi con calzador en la matriz de un proyecto que se dirige a la mejora de los servicios sanitarios, pero es que no hay más que darse un paseo para ver que es un objetivo difícil de eludir; porque hacer, hace falta.
Ya la noche de nuestra llegada nos dimos cuenta de que ni nosotros (cooperantes, del Norte y por tanto privilegiados en muchas cosas) teníamos acceso a agua canalizada. Nuestra gran suerte consistía en que teníamos (y tenemos) dos bienes muy preciados aquí:
1) un aljibe, véase un depósito elevado descubierto que se llena con agua de lluvia, y que al caer por gravedad entra en la instalación de fontanería de la casa (aunque por supuesto, sin presión suficiente como para poner en funcionamiento el calentador, motivo por el cual ha sido hasta desintalado. Menos mal que el clima tropical ayuda con el agua fría...)
2) un pozo dotado de bomba para la época seca. La bomba llena el aljibe y de nuevo el agua cae por gravedad.
La bomba aún no la hemos probado, pero lo de sacar agua del pozo ya se ha convertido en un acto cotidiano. ¿Por qué? Los que seguís el blog de Miguel ya sabréis de la existencia de los gusanos tubifex, muy cotizados por los frikis de los acuarios, pero nuestra peor pesadilla desde que estamos aquí. Estos asquerosos gusanitos rojos colonizaron nuestras tuberías (o quizás el aljibe, es un gran misterio por resolver aún) desde el día que pisamos la casa, y nos han ido ganando terreno progresivamente. Uno viene mentalizado de que el agua no es potable, de que probablemente no estará muy limpia; pero que los grifos escupan gusanos al ritmo de quince al minuto es algo intolerable. Sobre todo cuando no tienes muy clara su inocuidad, dado que aquí descubres que casi nada es inocuo en lo que a Naturaleza se refiere. El otro día me acordaba de las noches de vivac en Cercedilla o en la Transpirenaica, y me parecía como de ciencia ficción al pensar que aquí dormir en el campo al raso podría ser calificado de acto suicida.
En fin, pero estábamos con los gusanitos rojos... Bueno, tras una ardua batalla que podéis leer más detalladamente en el blog de Miguel, tuvimos que rendirnos, y, semanas después, por fin hemos podido organizar un sistema interno de gestión de aguas limpias, nuestro particular resultado 4 del objetivo específico 1 a nivel doméstico y de andar por casa, y que podríamos llamar "El ritual del agua". Paso a detallarlo:

-agua para higiene corporal: material necesario: 1 cubo de 80 litros con tapadera, una camiseta vieja, 10 pinzas de madera, un bote de lejía para agua de bebida. El numerito consiste en colocar la camiseta en la parte superior del cubo y fijarla al mismo con diez pinzas que recorren la circunferencia de la misma. A continuación se pone el tubo de la ducha encima de la camiseta, se abre el grifo, y el agua comienza a brotar, cargadita de gusanitos que quedan detenidos en la camiseta, dando vueltas sobre ella aprovechando la corriente a modo de Aquapark. El agua va cayendo "filtrada" a través de la camiseta, lo cual permite que, además de sin gusanos, pase al cubo con una tonalidad algo menos "marronácea" de su aspecto original. Cuando el cubo se ha llenado, se clora con un taponcito de lejía. En treinta minutos habrá hecho efecto y el agua estará lista para ser disfrutada. Con este sistema cosmético de exfoliación química vamos a volver no sé si bellos o despellejados, pero ¡no sabéis qué gusto es ducharse con agua semi-limpia y sin gusanos, aunque luego huelas un poco como a suelo de hospital! Al finalizar el proceso viene la parte menos agradable: lavar la camiseta. Detalles aparte...
La técnica de ducha consiste, como os imaginaréis, en ir llenando un cacito y echar el agua por el cuerpo al más puro estilo del Lejano Oeste...

-agua para lavado de cacharros: aquí el método de filtrado y clorado de agua es similar, sólo que se añade una nueva dificultad: como no hay grifo útil actualmente en el piso de abajo (donde está la cocina) el agua hay que sacarla del pozo. Fíjate que al final acaba teniendo un toque bucólico eso de sacar el agua del pozo, con su cubito y su cuerda. Se nos van a poner unos brazacos que ya los quisiera Swatzeneger... Y el cacito reglamentario, claro está.

-agua para ingestión y lavado de dientes: lo hemos aceptado: tiene que ser embotellada. Qué se le va a hacer...

-agua para "tirar de la cadena": esta es la sección más creativa. CUALQUIER agua de la casa puede ser una buena candidata para éste, el más innoble de los usos. Cada día uno de los dos anunciamos al otro una nueva "agua" que se puede reaprovechar para tal uso. De momento ganan el concurso de creatividad el agua que rezuma del tubo del aire acondicionado (1 cubo al día); y el método-palangana, copiado de las monjitas de Mycomeseng y que consiste en poner una palangana en el lavabo para recoger el agua que chorrea al lavarnos las manos (por el método del cacito, por supuesto) y echarla al cubo de tirar de la cadena. ¡¡Aquí no se puede desaprovechar ni una gota, que su trabajito cuesta filtrar, clorar y transportar el agua!!!

Bueno, entenderéis que después de todos los procesos que nosotros, privilegiados que tenemos acceso fácil a agua, tenemos que hacer para disfrutar un agua saludable, y después de las pequeñas angustias que se sufren hasta que vas encontrando una solución sistematizada a la falta de agua limpia, el agua se vuelve un gran tesoro, se revaloriza en tu particular escala de valores y entiendes que el resultado 4 del objetivo 1 es un gran resultado aunque no cuadre bien en la matriz de planificación. Y que hay que valorar el agua, esas instalaciones de agua que tenemos en España y que dan ni más ni menos que agua mineral con sólo abrir un grifo. ¡¡Agua mineral para ducharse!!! Agua mineral para disfrutar en abundancia.
Por favor, al menos, valorémosla.

sábado, 21 de noviembre de 2009

La belleza está en el interior

Así ocurría en "La bella y la bestia", y así ocurre en este país.
El interior es el lugar al que te acercas cuando sales de la capital, ciudad costera, y te adentras en la región continental. La tierra es roja, y la vegetación, la selva (el bosque, como dicen aquí), muy verde. Es el mismo contraste de colores que encontré en Paraguay... aunque la realidad que sustenta la tierra es muy distinta.
He estado toda la semana viajando por el interior. Cuando sales de Bata, dejas detrás los atascos caóticos. Tras pasar la barrera del kilómetro diez, la carretera, de moderna fabricación y más que discutible trazado y señalización, empieza a atravesar la selva, bordeada de pequeñas casas de madera. De vez en cuando alguna de cemento. Tras cada tramo diáfano de viviendas, en la carretera aparece una señal trinagular con una casita y un árbol: te avisa de que vas a atravesar un poblado. Al pasar por los poblados ves los niños del preescolar cantando en la puerta de su escuelita, o una mujer que chapea la puerta de su casa. "Chapear" es lo que en el norte entenderíamos por "cortar el césped", sólo que en este caso el césped es la selva, la Madre Naturaleza que lucha por crecer allá donde la dejan, o por recuperar el terreno que los esbozos de la civilización le va tomando. No se chapea por estética, sino para evitar que los bichos o las serpientes encuentren lugar donde habitar a sus anchas. Delante de alguna casa hay una estructura de madera donde ofrecen unos cuantos plátanosd, o alguna piña, o incluso una rata de campo, para que el viajero que pase en coche se detenga y compre si quiere.
También vemos en muchos de los poblados una pequeña casita de madera con un letrero escrito a mano sin ninguna pretensión de caligrafía inglesa que dice "Puesto de Salud". Dentro encontraremos una mesa, una silla, con suerte una camilla, algún libro de registros... El agente de salud es la autoridad sanitaria en el poblado en lo que respecta a la medicina "occidental" (porque no podemos olvidarnos de esas otras grandes autoridades sanitarias que son los curanderos, y a los que la población sigue acudiendo, con todas sus consecuencias...). En el puesto de salud es donde el agente desempeña su labor voluntaria: atender a la población en sus necesidades sanitarias básicas. Es lo que yo llamo la medicina "de juguete"...
Si es un poblado afortunado, quizás al pasar con el coche veremos a un niño sonriente, balanceándose casi literalmente colgado de la bomba holandesa que le proporciona agua del pozo que la cooperación perforó hace mucho o poco tiempo. Ves chorrear el agua y te mueres de gusto al saber que esa población tiene ese gran tesoro que después de un par de semanas aquí se ha convertido para mí en uno de los más preciados: EL AGUA.
Son bonitos los poblados. Son bonitos al verlos desde la carretera, pasando deprisa. Cuando te detienes, ves otras cosas: la basura que no hay lugar donde depositar, las casas sin letrina, los animales en las cocinas... Tanto por mejorar, por desarrollar...Se van viendo esbozos, según dicen los que llevan muchos años aquí. "Esto está mucho mejor que antes", escucho con alivio cuando la desesperación del "cuánto queda por hacer" me asalta.
Pero sí, es bonito. La Naturaleza parece ajena a otras cosas, y donde la dejan tranquila aparece majestuosa en las ceibas, las palmeras, la hierba fuerte, los ríos caudalosos. Salvaje y hermosa, así se percibe.

La otra belleza que he visto en el interior, tiene que ver con otras cosas. He pasado una semana recorriendo algunos centros de salud y equipos de atención primaria (los que trabajan en los poblados) en los que colaboran y que impulsan las monjas, esas misioneras que llegaron hace treinta años, y que han tenido que ir pasando del asistencialismo a la cooperación paulatinamente, en una sano acto de romper una lanza por la eficacia, la eficiencia, el desarrollo, la sostenibilidad y todas esas palabrotas tan necesarias para que el mundo vaya avanzando poco a poco hacia algo mejor. Pero el trabajo de pura asistencia queda ahí, se mantiene, y aunque no quepa en los papelotes de la AECI, y aunque los estudiosos digamos que no es a lo que hay que tender, benditas monjas que se encuentran cara a cara con un anciano abandonado y le dan cobijo mientras llega la estructuración del sistema de Bienestar Social, que forman profesionalmente a discapacitados mientras llega una estrategia de Integración, que dan la medicación día a día a unos cuantos epilépticos y esquizofrénicos (los que se han cruzado en su camino) mientras llega un plan de Salud Mental a nivel estatal. Benditas monjas que cuando hablas diez minutos con ellas te das cuenta de que están cansadas, desengañadas de muchas cosas, frustradas en algunas, agotadas de dar y dar en este trabajo lento de siembra en el que tanto cuesta ver frutos; pero que pese a ello cada día se levantan con la mejor actitud que saben para darlo todo, para poner una sonrisa, una palabra amable, una nueva iniciativa, una nueva dosis de paciencia y de confianza para con el día y con las personas con las que se cruzarán. Benditas ellas que entienden poco (aunque cada vez más) de tecnicismos, pero tienen claro la razón última por la que están aquí: las personas.

He encontrado mucha belleza en el interior. Belleza de contrastes, pero belleza a su modo.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Un día de trabajo cualquiera

Una suave brisa viene y va, y me acaricia la piel, una y otra vez.
De pronto, una bandada de pájaros comienza a piar, hasta despertarme.
Alargo la mano hacia mi teléfono móvil, y con sólo apretar un botón la bandada de pájaros se desvanece, porque no era más que la alarma de mi móvil. Son las 7 a.m.
Tardo poco en caer en la cuenta, como cada mañana, de que no estoy en Madrid, sino en Bata, en la habitación gigantesta estilo colonial en la que Miguel y yo tenemos nuestra residencia, a sólo un pasillo de la sala de "consultores" y en el piso de arriba de la sede. Tras remolonear un poco, me quito el antifaz de Air France que me hace las veces de persiana evitando la luz que se cuela por los gigantescos ventanales, y me desperezo. Abro la mosquitera y apago la brisa, o sea, el ventilador, ese amigo fiel que hace las noches más "dormibles".
Miguel ya está duchándose. Mientras él acaba, yo hago la cama.
Tomo una ducha con olor a aljibe (un poco como a pez). Hemos desarrollado la "técnica de la gasa", un apaño de fontanería que consiste en poner un trozo de gasa en cada grifo, de forma que filtra un poco los "posos" que salen con el agua. Aún se cuela algún que otro gusanillo, pero estoy segura de que lo vamos a conseguir...
Bajo las escaleras y huele a tostadas. Desayunamos los tres (Ana, Miguel y yo) mientras comentamos alguna jugada del día anterior o los planes para la tarde, o algún detalle de nuestros pasados reespectivos, que aún estamos conociendo.
A las 8:00h ya está Dani, el director del proyecto, por la sede, enredando con algún ordenador, o tratando de conectar algún nuevo apaño porque, para variar, no hay electricidad en el piso de arriba o en el de abajo de forma aleatoria.
Poco a poco la sede se va llenando de gente, cada uno se va poniendo a su tarea.
La sala de consultores (esos expatriados que vienen por una pequeña temporada para hacer un servicio técnico concreto) se va llenando, y a medida que avanza la mañana el calor y la concentración van subiendo a partes iguales. Hay momentos en los que no se oye una mosca, salvo en esos otros en los que alguien se acerca sigiloso a la mesa de otro para hacerle alguna pregunta aprovechando que es informático, o sanitario, o fotógrafo...
Hoy me toca ir por segunda vez al centro de salud La Libertad. No es un centro céntrico (valga la redundancia), pero, según dicen, es modelo de funcionamiento. Por eso Dani ha decidido mandarme allí a "rotar", como cuando era R1. Y es que es casi una nueva residencia lo que me va a tocar hacer para enterarme de cómo se funciona aquí.
El conductor nos lleva al ATS coordinador del centro, a la Hna María (una monjita Vedruna que lleva treinta años en Guinea) y a mí al Centro.
Hoy pasa consulta la enfermera encargada de la atención de la mujer embarazada. Viene sólo tres días en semana, poque está haciendo los estudios para pasar de diplomada a licenciada. Dicen que vienen muchas mujeres porque están muy contentas con su atención. Y la verdad es que a los diez minutos descubro que esta enfermera hace las veces de ginecólogo. Con sus más y sus menos en los aciertos clínicos, me parece que tiene mucho mérito lo que hace esta mujer, y me gusta ver cómo se esfuerza por hacerlo todo lo mejor posible y busca lo mejor para sus pacientes, que muchas veces tienen dificultades económicas, o culturales... Esta mujer quiere trabajar, y quiere hacerlo bien. Así sí dan ganas de cooperar...
Sobre la una del mediodía termina la consulta. El conductor del centro, súper amable de nuevo, me devuelve a la sede tras encontrarnos con tres o cuatro atascos ininteligibles y de farragosa resolución al atravesar Bata.
Al llegar a la sede, veo cómo la mañana ha seguido su curso. La sala de consultores sigue llena de gente concentrada. Los carteles o la guía que estaba empezando Miguel ya están diseñados. Me los enseña. ¡Qué bien han quedado!
Como aún queda algo más de hora y media de jornada laboral, cojo el Manual del Médico Cooperante y me pongo a estudiar algo. ¡Quisiera saber tanto...! Un capítulo de medicina Tropical (esas enfermedades que nunca caían en el examen de Patología Médica de cuarto y quinto de carrera y que apenas preguntaban en el MIR, y que por supuesto no he visto nunca en la consulta de primaria de Madrid), un capítulo sobre "Diasgnóstico de Salud" para ir calentando motores para cuando la semana que viene demos la primera vuelta por Nkué (nuestro destino definitivo a partir de enero-febrero si Dios quiere), alguna página de la OMS para resolver alguna duda concreta...
Llega Laura de Machinda, y nos cuenta algo que le pasó hoy en la visita a los poblados. Se pone con su ordenador a terminar alguna gestión pendiente, o a planificar alguna reunión, de equipo o a programar algo. La miro trabajar y siento un poco de vértigo al saber que en pocos meses yo estaré haciendo el mismo trabajo que ella en la zona de Nkué, y no se me hace nada fácil.
Con todo esto se han hecho las tres de la tarde, y ya sube Dani a recordarnos que se ha acabado el día de trabajo y que ya toca descansar.
Mañana más... De momento a comer (en casa o en la calle), y por la tarde a hacer la compra, o a jugar a algún juego de mesa o a la Wii recién traída de España. O si es fin de semana, seguro que hay algún plan de viaje interesante.
Pero los fines de semana y el ocio serán objeto de otro post.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Un mundo nada sostenible

Son las 22:47h en Bata, Guinea Ecuatorial. Aquí ya es bien entrada la noche. Escribo este primer post desde la sede, que en el piso de arriba alberga lo que durante al menos tres meses va a ser mi hogar. He tenido que bajar aquí a escribir, porque en el piso de arriba no tenemos ahora mismo disponible ese aparatito mágico que permite proteger a los aparatos electrónicos, como este portátil, de las posibles subidas de la tensión eléctrica, que nos son nada infrecuentes con los "ires" y "venires" de la luz eléctrica. Me envuelve un intenso olor a Relec (el de mi propia piel), y escribo haciendo tiempo para que se enfríe el agua del grifo que hemos hervido durante diez minutos largos como paso previo a pasarla por el filtro, ese ente que Piltra y yo nos hemos empeñado en hacer funcionar para intentar reducir un poco nuestro consumo de agua embotellada, que aquí se hace omnipresente, ya que, aunque somos afortunados y tenemos agua corriente en lavabo, ducha, fregadero... , no es agua potable ni mucho menos.
En un sólo día aquí me he dado cuenta de que este año va a tener seguro mil atributos posibles (emocionante, fascinante, pedagógico, enriquecedor...), pero, desde luego, no el de "sostenible".
Para empezar, se acabó separar la basura. Se me ocurre preguntar al ir a tirar el primer envase de plástico, el de un jamón serrano que otra cooperante ha traído hoy como regalo desde España, si por un casual aquí hay algo de reciclaje, y la carcajada de Dani, contagiosa como siempre, me hace recordar que, increíblemente, estoy en su casa de Guinea y que tengo la suerte de que vamos a volver a compartir muchas risas y buenos momentos, y me hace caer en la cuenta de que no es que aquí no se recicle, sino que simplemente no está claro lo que se hace con la basura. Unas pocas horas después descubro que, efectivamente, el servicio de recogida de basuras no es ni mucho menos diario, a juzgar por los contenedores de las calles, que rebosan y dejan caer su contenido a las aceras, casi a la calzada.
Más tarde, en el supermercardo, descubro que también la compra sostenible va a pasar a ser ciencia ficción: TODO es importado. Fruta de Camerún, leche en polvo holandesa, azúcar francés, galletas españolas... NADA de aquí. Ni siquiera la bombona de butano que hemos tenido que cambiar hace un rato, siendo el gas una de las riquezas de este país, es de manufactura nacional, sino que es una compañía gabonesa la distribuidora. ¿Y el producto local? Simplemente, apenas hay.
Me pregunto cuál va a ser nuestra dieta de aquí a un año, y de repente se me hace algo complejo planificar un posible menú; porque intentar mantener los estándares que traemos de casa es más caro que en casa; "Bien", me diréis, "come producto nacional". Pues va a ser difícil si pretendemos mantener una dieta medianamente equilibrada. Según dicen los más experimentados, fuera del plátano, la yuca y el mango, poco más hay. Confío en encontrarle el quid a la cuestión de aquí a unos días... El queso rallado para la pasta va a pasar a ser un lujo que cuesta la friolera de más de 3 euros el paquetito de 100 g.
Y si quieres cereales, pues Kellogs, y no hay más. ¿Que está en la lista de transgénicos? Pues si no te parece bien, abstente de comer cereales durante un año, porque de momento no se ven más marcas.

Aquí hace tanto calor por las noches que el aire acondicionado es casi imprescindible. Y si abres las ventanas, los mosquitos del paludismo acechan. Una insostenibilidad más, que espero que solucionaremos a golpe de ventilador y adaptación en breve. Todo se andará...

Y hablando de andar, mañana intentaremos ese medio de desplazamiento, porque en estos dos días apenas hemos pisado la calle fuera del coche. Se nos ha ocurrido preguntar tímidamente por la posibilidad de moverse en bici por la ciudad, pero al parecer es bastante arriesgado aventurarse a moverse sobre dos ruedas en medio de conductores nada acostumbrados.

En fin... al final del día de hoy no puedo parar de pensar en lo fácil, lo facilísimo que es llevar una vida sostenible en Madrid: moverse en bici, reciclar todo lo reciclable, comprar productos locales (si no ecológicos), elegir si quiero comprar transgénicos o no, prescindir si quiero del aire acondicionado, vivir en un ambiente saneado, disfrutar del agua corriente y velar porque las aguas sigan limpias con gestos muy simples... y un largo etcétera.

Después de estos dos días escasos veo claro que allí, en Europa, si no lo hacemos, no tenemos perdón. No tenemos perdón.