Me quejo. Me quejo muchísimo cada día. Me quejo de todo lo que me quema y me agota de aquí. Pero de vez en cuando me doy cuenta de que, por muy difícil que me esté resultando esta experiencia en muchos aspectos, lo que es innegable es que he aprendido (aún estoy aprendiendo) muchas cosas.
Algunas de esas cosas son de un corte más "espiritual", y me reservo la reflexión para cuando me vaya (supongo que será incluso unos meses después de volver a casa cuando realmente me dé cuenta de los muchos aspectos en los cuales he aprendido aquí); pero en un plano más terrenal, si echas recuento, se me va llenando la maleta de aprendizajes variados, de nuevas experiencias, de cosas que ignoraba y que ahora conozco un poco más. Y también me doy cuenta de que muchas de las cosas que estoy haciendo aquí soy capaz de hacerlas porque traigo buenos aprendizajes en el bolso de mano, y no (o al menos no sólo) aprendizajes académicos y universitarios, sino que aquellas mil y una actividades extrambóticas que he ido haciendo en mis ratos libres a lo largo de mi vida son ahora las principales suministradoras de mi particular "caja de herramientas" para sobrevivir a esta experiencia.
Y es que, en realidad, y como reza el título de este post "Aquí lo mismo se plancha un huevo que se fríe una corbata"; o sea, que aquí se hace de todo-todito tengas el puesto que tengas, así que todo lo que vengas sabiendo hacer "de serie" viene que ni pintado; y lo que no, si andas con los ojos muy abiertos, lo vas a aprender seguro.
Como ejemplo, os contaré que precisamente reflexionaba sobre todos estos vericuetos del aprendizaje y lo aprendido esta mañana, cuando me encontraba con que tengo que amueblar tres salas de parto, y sin dudarlo he echado mano a esa "caja de herramientas" en la que esta vez me he encontrado el método tradicional de mi madre para amueblar habitaciones: pintar sobre una cuadrícula la habitación a escala y recortar los mueblecitos en forma de pequeños cuadraditos de papel de dimensiones proporcionales, para intentar cuadrarlo todo sin necesidad de hacer pruebas en ninguna sala. Y es que para muchas cosas no hay manual de instrucciones, y el sentido común y todo lo que hayas hecho o visto hacer antes son tus principales aliados. Aquí cada día es una cosa, y hay que tirar de recursos: otro día toca distribuir material a nivel nacional de la forma más racional posible, y ahí la experiencia de los campamentos es clave; o diseñar un tríptico (y salen a relucir las miles de horas echadas en CAPS preparando exposiciones para el hall de la facultad); o programar una actividad (como los cientos programadas en AJIVA), o hablar en un evento, o hacer un presupesto ( y los diez años en el grupo de teatro echan un buen cable en estos y en otros muchos casos); o ser un ser capaz de manejar quince asuntos abiertos al mismo tiempo (y entonces eres consciente de que tu ventaja reside en haber sido médico de atención primaria con seis minutos por paciente , lo cual te ha convertido por fuerza en un "ser multitarea" para poder mirar en ese tiempo récord la última cifra de tensión del paciente mientras le haces las recetas, te fijas en esa nueva mancha que le ha salido en el brazo y le preguntas qué tal está por lo de la muerte de su madre).
Y esto en el trabajo. Pero si hablamos del día a día doméstico, encontramos gran variedad de cosas que hay que hacer aquí y no en España, que he aprendido aquí y que ya quedarán para siempre en esa caja, para usarlas en otra situación que se tercie: conducir un todoterreno por terrenos fangosos y encharcados que te obligan a poner el 4x4; sacar agua del pozo, filtrarla y clorarla; manejar un grupo electrógeno; matar ratones con indometacina; usar un estabilizador de tensión y combinarlo con otro con batería en un intrincado sistema de cables y enchufes para no quedarte ni sin corriente ni sin ordenador; poner bien una mosquitera; conducir en una ciudad africana (el que lo hayan hecho comprenderá a qué tipo de proeza me refiero); desarrollar sistemas creativos de ahorro de agua; atender a una compañera accidentada en el baño de la sede en plan Mc Giver... y un amplio etcétera que me hacen sentir un pelín más desenvuelta en el mundo y en la vida.
Hoy me doy cuenta de lo afortunada que soy por todo lo que pude aprender antes de llegar a esta tierra, y de algunas de las cosas sobre las que esta experiencia me está enseñando.
Y es que si algo está claro es que cuantos más retos, más aprendizaje.
Algunas de esas cosas son de un corte más "espiritual", y me reservo la reflexión para cuando me vaya (supongo que será incluso unos meses después de volver a casa cuando realmente me dé cuenta de los muchos aspectos en los cuales he aprendido aquí); pero en un plano más terrenal, si echas recuento, se me va llenando la maleta de aprendizajes variados, de nuevas experiencias, de cosas que ignoraba y que ahora conozco un poco más. Y también me doy cuenta de que muchas de las cosas que estoy haciendo aquí soy capaz de hacerlas porque traigo buenos aprendizajes en el bolso de mano, y no (o al menos no sólo) aprendizajes académicos y universitarios, sino que aquellas mil y una actividades extrambóticas que he ido haciendo en mis ratos libres a lo largo de mi vida son ahora las principales suministradoras de mi particular "caja de herramientas" para sobrevivir a esta experiencia.
Y es que, en realidad, y como reza el título de este post "Aquí lo mismo se plancha un huevo que se fríe una corbata"; o sea, que aquí se hace de todo-todito tengas el puesto que tengas, así que todo lo que vengas sabiendo hacer "de serie" viene que ni pintado; y lo que no, si andas con los ojos muy abiertos, lo vas a aprender seguro.
Como ejemplo, os contaré que precisamente reflexionaba sobre todos estos vericuetos del aprendizaje y lo aprendido esta mañana, cuando me encontraba con que tengo que amueblar tres salas de parto, y sin dudarlo he echado mano a esa "caja de herramientas" en la que esta vez me he encontrado el método tradicional de mi madre para amueblar habitaciones: pintar sobre una cuadrícula la habitación a escala y recortar los mueblecitos en forma de pequeños cuadraditos de papel de dimensiones proporcionales, para intentar cuadrarlo todo sin necesidad de hacer pruebas en ninguna sala. Y es que para muchas cosas no hay manual de instrucciones, y el sentido común y todo lo que hayas hecho o visto hacer antes son tus principales aliados. Aquí cada día es una cosa, y hay que tirar de recursos: otro día toca distribuir material a nivel nacional de la forma más racional posible, y ahí la experiencia de los campamentos es clave; o diseñar un tríptico (y salen a relucir las miles de horas echadas en CAPS preparando exposiciones para el hall de la facultad); o programar una actividad (como los cientos programadas en AJIVA), o hablar en un evento, o hacer un presupesto ( y los diez años en el grupo de teatro echan un buen cable en estos y en otros muchos casos); o ser un ser capaz de manejar quince asuntos abiertos al mismo tiempo (y entonces eres consciente de que tu ventaja reside en haber sido médico de atención primaria con seis minutos por paciente , lo cual te ha convertido por fuerza en un "ser multitarea" para poder mirar en ese tiempo récord la última cifra de tensión del paciente mientras le haces las recetas, te fijas en esa nueva mancha que le ha salido en el brazo y le preguntas qué tal está por lo de la muerte de su madre).
Y esto en el trabajo. Pero si hablamos del día a día doméstico, encontramos gran variedad de cosas que hay que hacer aquí y no en España, que he aprendido aquí y que ya quedarán para siempre en esa caja, para usarlas en otra situación que se tercie: conducir un todoterreno por terrenos fangosos y encharcados que te obligan a poner el 4x4; sacar agua del pozo, filtrarla y clorarla; manejar un grupo electrógeno; matar ratones con indometacina; usar un estabilizador de tensión y combinarlo con otro con batería en un intrincado sistema de cables y enchufes para no quedarte ni sin corriente ni sin ordenador; poner bien una mosquitera; conducir en una ciudad africana (el que lo hayan hecho comprenderá a qué tipo de proeza me refiero); desarrollar sistemas creativos de ahorro de agua; atender a una compañera accidentada en el baño de la sede en plan Mc Giver... y un amplio etcétera que me hacen sentir un pelín más desenvuelta en el mundo y en la vida.
Hoy me doy cuenta de lo afortunada que soy por todo lo que pude aprender antes de llegar a esta tierra, y de algunas de las cosas sobre las que esta experiencia me está enseñando.
Y es que si algo está claro es que cuantos más retos, más aprendizaje.