miércoles, 6 de enero de 2010

Palas playeras

"Había una vez, en la remota Guinea Ecuatorial, un par de cooperantes que cada domingo iban a la playa. Tras la primera visita a la selvática costa (esas costas en las que las palmeras y el forraje llegan casi casi hasta el nivel del mar) decidieron que echaban de menos en su equipaje algo, que de haber sabido que éste era uno de los principales entretenimientos de los fines de semana, hubieran traído de España: unas palas playeras. Sí, sí, unas palas de esas que se usan para jugar con la pelotita a la orilla del mar, y con la que toda pareja que visita la Costa del Sol cuenta en su haber…
Animosos e ilusionados, decidieron que buscarían uno de esos artilugios en las tiendas de los chinos de la ciudad, que es el lugar preferente donde las parejas de la Costa del Sol compran sus palas. Y, sí, en Bata abundaban las tiendas de chinos, sobre todo en Monte-Bata, la zona comercial por excelencia, donde una tras otra estas tiendas se suceden hasta tal punto que si compras algo en una de ellas más tarde te resultará difícil recordar en cuál de las cien fue. Pues bueno, allá que se fue nuestra pareja a Monte-Bata, con la optimista idea de encontrar las palitas. Y cuál fue su sorpresa cuando una tras otra se iban sucediendo las caras de extrañeza con rasgos orientales cuando iban preguntando tienda por tienda. NADIE en la ciudad sabía lo que eran unas palas playeras. Y los fines de semana se iban siguiendo unos a otros, y domingo tras domingo suspiraban por sus palas frustradas. En una ocasión incluso vieron a unos franceses de lejos que tenían unas palas reglamentarias, de competición, y sintieron cómo la envidia les corroía interna e intensamente.
Y así pasaron las semanas de aquel veraniego invierno, y llegaron las Navidades, y la Nochebuena, y la Nochevieja, y los Reyes Magos. Y el cooperante lo tuvo claro: encargaría al carpintero del barrio unas palas playeras para regalárselas a la cooperanta, y así poder pasar hermosas mañanas domingueras en la playa. Buscó en Internet una foto, y se plantó en el taller de carpintería, pidiéndole a uno de los carpinteros que le fabricara algo similar.
-No es posible- dijo el carpintero con cara de extrañeza al ver tan raro artilugio.
El cooperante ya se iba a ir frustrado, cuando otro carpintero que llevaba un rato observando por encima de los hombros de ambos intervino:
-Déjame ver.
Se quedó pensativo mientras miraba la fotografía.
-Sí se puede- dijo finalmente.
Y se pudo. Aquel carpintero de barrio, de tienda modesta, de local humilde, fabricó dos flamantes palas de playa que fueron regaladas a la cooperanta e hicieron las delicias de la parejita en los fines de semana subsiguientes.

...............................................................................

Pasó el tiempo, pasó el tiempo, y la parejita se fue a vivir a Nkué, una pequeña ciudad del interior donde debían desarrollar una buena parte de su trabajo. Unos meses más tarde volvieron a Bata por unos días, y se sorprendieron al pasar por delante de la carpintería. Muchos cambios se habían obrado en el modesto local: además de poseer un generador, el local había pasado a ser de material permanente y había un coche aparcado con un rótulo pintado: “Carpintería Dios es bueno”. Parecía que algo había pasado en la vida y en los ingresos de aquel carpintero de barrio. Al entrar un poco en la nueva carpintería no encontraron ni rastro del antiguo carpintero.
-¿Le tocó la lotería? ¿Se lió con la hija de algún pez gordo?- se preguntaban los cooperantes.
Ese fin de semana, en la playa de Asonga, lo entendieron todo: un hombre se les acercó y les repartió una octavilla: “Palas playeras. ¡Muy divertidas!” Y debajo aparecía la fotografía que el cooperante había llevado aquella tarde navideña a la carpintería. La playa rebosaba de parejas que jugaban a las palas mientras el enorme sol rojo africano se preparaba para tirarse de cabeza al mar, como cada atardecer."



Bueno, pues esta historia sólo es cierta hasta los puntos suspensivos (¡mi regalo de Reyes han sido unas súper-palas playeras por encargo!). Pero, ¿a qué sería bonito que el resto del cuento también se cumpliera? Si sucede, os informaré puntualmente.

1 comentario:

  1. Me encanta la historia!!! Muy Miguel lo de las palas ;)
    pero, Bata está lleno de tiendas de chinos????????????

    ResponderEliminar