martes, 7 de junio de 2011

Danzar el encuentro

Hoy he vuelto a clase de contact. De contact improvisation; esa danza que no comprendes bien hasta que la bailas. Como cualquier danza, es mucho más que una disciplina física,p orque no olvidemos que la danza es una forma de arte. Pero lo del contact va más allá, y tiene una dimensión de trascendencia que difícilmente se experimenta en otros tipos de danza ni en otras disciplinas artísticas.

El contact se baila, aunque no siempre, en contacto con otra persona. Existen también los solos de contact, aunque ni siquiera estos son auténticamente solos, porque como decía uno de los profes de los que he recibido algún que otro taller intensivo "los solos no son solos, sino que bailamos con el suelo". El contact es una danza abierta a escuchar por definición. Consiste en moverse en contacto con otro, de forma improvisada. Y moverse en contacto con otro de forma improvisada requiere una escucha permanente. Una escucha a través de unas orejas invisibles que están en cada poro de la piel, y que nos informan de lo que quiere el otro, y tratan de adecuar mi movimiento al que tú quieres, aunque sin renunciar a lo que quiero yo. Y eso, como en las relaciones humanas, sólo funciona si los dos tratamos de escuchar y aceptamos considerar las propuestas del otro. Si alguno rompe esa regla, el juego no funciona, porque o bien yo te impondré mi danza, o tú me impondrás la tuya... Se rompió el consenso y vino la imposición o el veto... ¡de qué rabiosa actualidad están las enseñananzas del contact! Podríamos decir que el contact es una danza de la tolerancia y de la asertividad. Porque ni tu propuesta es menos valiosa que la mía, ni yo he de renunciar a lo que mi danza me pide. Y así, en un encuentro de piel, músculos y algo más que es intagible, los bailarines se mueven; de hecho, en el más fructífero de los casos, no se mueven, sino que se diría que fluyen.
Además, no tratan de mostrar nada en concreto. Por más que el contact esté lleno de suspensiones en el aire, y hasta de gestos acrobáticos, estos, si se danza bien, deben surgir naturalmente, y no desde una intención "de escaparate". No se trata de "mostrar todo lo que sé", como en otros tipos de danza. Se trata de estar contigo, y de que, desde esa naturalidad, si es el caso, surjan grandes cosas.
Por todo esto, para mí el contact se ha erigido en símbolo de unidad, de tolerancia, de encuentro (es mágico ese momento en el que bailas con alguien con quien nunca has cruzado una sola palabra y sin embargo de pronto sientes una conexión tan intensa que hace de la danza un fluir delicioso, un pequeño milagro), de escucha, de encuentro con la trascendencia. Ese momento en el que "conectas" con alguien a través de los poros de tu piel tiene algo que trasciendo a lo meramente físico o incluso lo mental (aunque los receptores propioceptivos del sistema nervioso probablemente jueguen un importantísimo papel). Y todo esto sin olvidar la libertad de no tener una coreografía, sino dejarte llevar por lo que hoy se mueve en tu interior... y en el del otro, para hacer de esta danza de hoy y ahora y contigo, un encuentro único e irrepetible.

He salido de clase con el cuerpo bien sudado y con el alma bien henchida.

Mmmm... ¡¡¡esto es vida!!!

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