sábado, 20 de agosto de 2011

Casi agitando el pañuelito blanco

Hemos vuelto a Guinea. Sólo por unos días, con billete de ida y vuelta.
Llegar fue una sensación extraña: encontrar algunos de los objetos que había dejado aquí en el mismo sitio en el que los había dejado hacía que sintiera que de algún modo estaba volviendo a casa... y es que esta fue nuestra casa durante más de un año. Sin embargo, tal como intuía entonces, ahora corroboro que no fue nunca un hogar: hay demasiadas emociones negativas que aún están pegadas a las paredes de esta oficina, como algún póster o foto que nos hubiéramos dejado olvidados al hacer las maletas para volver a España.
Lo que también estaba aquí era la gente, los compañeros, esos que hicieron y hacen que de algún modo hubiera y haya algo de hogar; esa pequeña familia que se constituye y se cuida mutuamente: Carmen, Mabel, Laurita, Dani... Es un vínculo curioso el que se establece aquí. De algún modo nos protegemos mutuamente, velamos unos por otros. Y pobre del ambiente cuando hay alguien que no lo hace (y pasa, claro que pasa...).

Hay luces y sombras en este regreso. Las luces son que el ambiente de la oficina se ha dulcificado infinitamente y se piensa más en las personas, que algunos proyectos que quedaban medio iniciados cuando nos íbamos van avanzando "viento en popa a toda vela", y que en la calle hemos encontrado muchos más vestigios de una sociedad acogedora: taxistas que te dan conversación, niños a los que preguntas una dirección y te acompañan amablemente a tu destino, taxistas que no te das cuenta que ya han terminado su hora de servicio y te recogen, te llevan a casa y al llegar no quieren cobrarte (hecho sin precedentes), los malíes de la tiendita de Musa, que siguen siendo absolutamente encantadores y aférrimos trabajadores; centros de salud como "La Libertad" en los que parece que ya casi ni nos necesitan, los agentes de salud que por fin han firmado su nombramiento como funcionarios y cuando te ven se acuerdan de ti y te dan las gracias por lo que hiciste por ellos hace ya dos años...; las sombras son las cosas que siguen exactamente igual que cuando te fuiste y no avanzan, los "lastres" que siguen minando el proyecto desde dentro porque que no creen en la cooperación al desarrollo y actúan en consecuencia; las aglomeraciones de aeropuerto en las que nadie es capaz de hacer una fila, la gente trata de colarse, el chino que hay detrás de mí es insultado y relegado continuamente al último lugar por la simple razón de ser chino, dos chicas llegan a las manos para conseguir un billete de avión, la "gente con teléfono móvil" sin billete pero con "primitos" lo consigue con dos llamadas sin ningún escrúpulo por robar la plaza a los que compraron su billete con una semana de antelación(el espectáculo dantesco del aeropuerto que Miguel describe en su blog me hace dudar seriamente de si vamos a conseguir algo algún día aquí)...

Y mientras miro lo que aquí sucede con los ojos críticos y cómodos del que sabe que en una semana está de vuelta en casa, me asomo a esta ventana al mundo que es internet y me entero de las cosas que pasan en nuestro país, y tengo que cerrar los ojos y agitar la cabeza en un "no" preocupado cuando veo que la gente no tiene derecho a expresar su opinión en la calle, o que si no hay elecciones de por medio la policía nacional recibe indicaciones y "cartas blancas" muy diferentes a las que recibía en las concentraciones preelectorales del 15-M. Y leo al Presidente de la Conferencia Episcopal hacer declaraciones estúpidas e incoherentes con el mensaje del Evangelio que se supone que sustenta, y veo a la gente en las calles a la que le puede la ira y pierde la razón, y a los profesionales que supuestamente deben mantener el orden, abusando de su poder e impartiendo la justicia a su antojo sin controlar sus rabietas

Y en conclusión me doy cuenta de que "en todas partes cuecen habas".

En pocos días nos despediremos de esta tierra, probabablemente para siempre . Porque ya ha estado bien, porque si decidimos en el futuro hacer más cooperación habrá que probar otros lugares y otras cosas y averiguar por fin si aquí, que nos hemos quejado hasta la saciedad, nos quejamos de vicio o con criterio (como sabiamente decía Miguel al pasarse de Amena a Orange "probablemente Orange me dé también mil problemas, pero siento que ha llegado el momento de cagarse en la p.m. de otros").

Y así, este último paso por este paisito me deja bastante buen sabor de boca hasta el momento: no trabajo doce horas diarias, me dedico "a la ciencia y el conocimiento" y no a "apagar fuegos" a todas horas, tengo sólo tres frentes abiertos (frente a los veinticinco que tenía permanentemente abiertos cuando hacía la coordinación sanitaria), vivo en una casa con agua corriente y luz (¡gracias por acogernos, Carmen!) y la estancia es tan corta que apenas da tiempo a enfadarse con nadie. Buena despedida.

¡Adios y buena suerte, Guinea!

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