martes, 31 de diciembre de 2013

Lo que se deja el 2013

Pasa el 2013 al álbum de años vividos. Otro que se va, dejando tras de sí un cúmulo de experiencias, logros, retos, ocasiones de superación, momentos bajos y altos… Es momento de balance, como esos programas de la televisión que se empeñan en la tarde de hoy en repasar los acontecimientos más importantes del año que está a punto de cerrarse. Y mirando a vista de pájaro surgen algunos de los logros, momentos y aprendizajes de este año. Este año nos deja una mudanza, un salón vacío (la “sala del pánico” o “sala multiusos”), la decisión de dejar de cenar para dormir mejor, el más intenso de mis caminos de Santiago, la decisión de formarme como psicoterapeuta, los doscientos setenta y tantos kilómetros de la Scottish Oddesey, enseñar a bailar a una amalgama de personas con distintas capacidades para El Principito, el resurgimiento con más fuerza que nunca de Gafalambres Teatro, la traumática salida de AJIVA, Semana Santa en casa de Sandalio (y Reyes) y entender que el Dios transmitido no coincide en muchas cosas con el experimentado, aprender a cultivar lechugas, zanahorias, espinacas y canónigos, paseos por la Casa de Campo, hacer cumbre en el Veleta y casi en el Mulhacén, sobrellevar el noviembre más frío de España desde 1997 sin calefacción por decisión propia, convertir la práctica totalidad de nuestra dieta en ecológica (cortesía de Bioretiro), incorporar el müesli casero a nuestro desayuno diario, merendar cada día sandwich de paté de calabacín, berenjena, tomatón, calabaza o  champiñones con pan hecho en casa,  impartir dos cursos sobre acompañamiento a personas con drogodependencia, sobrevivir al ambiente laboral más hostil al que me he enfrentado nunca y seguir teniendo meridianamente claro que me encanta mi trabajo, salir con la cabeza bien alta en la muestra de Navidad de la escuela de danza, dar de comer a un manatí,  el cuentacuentos de El Canto del Pájaro, las vacaciones de verano más largas e intensas desde que terminé COU, la biotropía, descubrir y empezar a practicar Yoga, disfrutar y aficionarme a la historia como nunca con “Isabel”, engancharme a “The Newsroom”… Y seguro que me dejo algunas cosas más.

No considero 2013 uno de mis mejores años. Y, sin embargo, ahora que repaso todo lo vivido y conseguido, siento que soy muy afortunada de vivir todo lo que vivo, de tener cerca a mucha de la gente que tengo cerca, de tener la oportunidad de crecer. Y que, aunque echo de menos algunas cosas y siento que he perdido otras, 2013 deja un balance positivo. Y, sobre todo, me mantiene en el camino hacia un 2014 para el que, como compartía esta mañana con mis pacientes en nuestras campanadas improvisadas en el comedor del centro de día (otro momentazo), lo que deseo, lo que pido, es una de las armas más poderosas del mundo: ILUSIÓN. Feliz y lleno de ilusión 2014. 

domingo, 15 de diciembre de 2013

20 años



"20 años trabajando por un barrio mejor": ese era el lema estampado en la camiseta que nos regalaron ayer a las decenas de monitores que asistimos al encuentro de celebración de los veinte años de AJIVA. No tan lejos de las cien personas entre antiguos monitores, parejas, hijos, párroco y trabajadoras sociales. Y a pesar de todo, sólo una pequeña parte de las muchas personas a las que AJIVA se les ha cruzado en la vida y de algún modo lo ha cambiado todo para siempre.
A mí este aniversario me pilla un año después de dejar la asociación, y no de la forma que más me hubiera gustado. Y, sin embargo, todo lo negativo (que lo hubo y mucho) de los últimos tiempos ayer se volvía minúsculo e insignificante al hacer consciente y cierto lo mucho que AJIVA ha aportado no sólo a mí, sino a muchas otras personas del barrio, monitores y chavales. Ayer conecté de nuevo con mucha intensidad con lo que significa AJIVA para mí, y tuve dos certezas: que es un privilegio haber podido formar parte de algo tan mágico como AJIVA; y que es muy difícil volver a encontrar otro lugar en el que se despierten sentimientos tan positivos y tan potentes, que te impliquen de una forma tan personal y tan íntima y con los que puedas identificarte de una manera tan especial. Ahí está el resquicio de la nostalgia: el de saber que, ahora que nos hemos ido, es difícil volver a formar parte de algo tan... tan AJIVA.  
Dejar AJIVA no es algo fácil, deja un hueco importante, y lleva un tiempo reubicarse; porque llega un momento en que es algo así como parte de tu personalidad. Y al dejarlo, aunque por un lado de repente te sobra tiempo por todas partes (AJIVA es un pozo sin fondo de tiempo dedicado), lo cual al principio se agradece, por otro algo se queda añorando ese no sé qué que nos ha tenido enganchados y al pie del cañón de buena gana durante mucho tiempo.
Ya era consciente, pero ayer, al compartir de nuevo ese algo invisible  y difícilmente explicable con monitores de tantas generaciones anteriores y posteriores, aún lo fui más: AJIVA, al igual que para muchos de nuestros chavales y otros muchos monitores, es para mí una de las mejores cosas que me han pasado en la vida. Y me siento muy afortunada de haber sido (y de algún modo seguir siendo para siempre) parte de ella.
http://www.youtube.com/watch?v=vh8ZFbe-J5o
http://www.youtube.com/watch?v=Ac9upnxGou0