Pasa el 2013 al álbum de años
vividos. Otro que se va, dejando tras de sí un cúmulo de experiencias, logros,
retos, ocasiones de superación, momentos bajos y altos… Es momento de balance,
como esos programas de la televisión que se empeñan en la tarde de hoy en
repasar los acontecimientos más importantes del año que está a punto de
cerrarse. Y mirando a vista de pájaro surgen algunos de los logros, momentos y
aprendizajes de este año. Este año nos deja una mudanza, un salón vacío (la
“sala del pánico” o “sala multiusos”), la decisión de dejar de cenar para
dormir mejor, el más intenso de mis caminos de Santiago, la decisión de
formarme como psicoterapeuta, los doscientos setenta y tantos kilómetros de la
Scottish Oddesey, enseñar a bailar a una amalgama de personas con distintas
capacidades para El Principito, el resurgimiento con más fuerza que nunca de
Gafalambres Teatro, la traumática salida de AJIVA, Semana Santa en casa de Sandalio (y
Reyes) y entender que el Dios transmitido no coincide en muchas cosas con el experimentado, aprender a cultivar lechugas, zanahorias, espinacas y canónigos, paseos
por la Casa de Campo, hacer cumbre en el Veleta y casi en el Mulhacén,
sobrellevar el noviembre más frío de España desde 1997 sin calefacción por
decisión propia, convertir la práctica totalidad de nuestra dieta en ecológica (cortesía de Bioretiro),
incorporar el müesli casero a nuestro desayuno diario, merendar cada día
sandwich de paté de calabacín, berenjena, tomatón, calabaza o champiñones con pan hecho en casa, impartir dos cursos sobre acompañamiento a
personas con drogodependencia, sobrevivir al ambiente laboral más hostil al que
me he enfrentado nunca y seguir teniendo meridianamente claro que me encanta mi trabajo, salir con la cabeza bien alta en la muestra de Navidad de la escuela
de danza, dar de comer a un manatí, el
cuentacuentos de El Canto del Pájaro, las vacaciones de verano más largas e
intensas desde que terminé COU, la biotropía, descubrir y empezar a practicar
Yoga, disfrutar y aficionarme a la historia como nunca con “Isabel”,
engancharme a “The Newsroom”… Y seguro que me dejo algunas cosas más.
No considero 2013 uno de mis mejores
años. Y, sin embargo, ahora que repaso todo lo vivido y conseguido, siento que
soy muy afortunada de vivir todo lo que vivo, de tener cerca a mucha de la
gente que tengo cerca, de tener la oportunidad de crecer. Y que, aunque echo de
menos algunas cosas y siento que he perdido otras, 2013 deja un balance
positivo. Y, sobre todo, me mantiene en el camino hacia un 2014 para el que,
como compartía esta mañana con mis pacientes en nuestras campanadas
improvisadas en el comedor del centro de día (otro momentazo), lo que deseo, lo
que pido, es una de las armas más poderosas del mundo: ILUSIÓN. Feliz y lleno
de ilusión 2014.
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