Cuando eres consciente de que tu año 2014 empezó jugando a Ameba en un salón vacío y termina corriendo por las calles de Madrid con una colchoneta de playa naranja, te invade la certeza de que todo va por el camino correcto y llevas la compañía adecuada. Estos dos detalles son sólo el se abre y el se cierra comillas con el que citar este 2014. Ha sido un año intenso, dentro del mayor período de estabilidad que había vivido hasta ahora. Y dentro de un paréntesis que al cerrarse me arroja de nuevo a esa incertidumbre en la que a estas alturas (y porque siempre tengo mucho viento a mi favor) me muevo con bastante soltura. Si hago repaso rápido de los "grandes eventos" de este año me encuentro con "el hogar" y con "la aventura": me encuentro la mudanza a Hobbiton, este hogar confortable donde, como en La Comarca, se come bien y se disfruta de la vida en compañía de la gente a la que se quiere; me encuentro también el GR-20 en Córcega, el mayor reto físico que he superado hasta ahora, con la friolera (fría en pleno verano... es que las islas Mediterráneas tienen mucho de criar fama y echarse a a dormir) de veinte mil metros de desnivel acumulado; el órdago a grande laboral que termina con mi aparente "derrota", aunque en esa lógica que sólo entiende una parte de este mundo me siento más bien como un jinete de Rohan en la batalla de los campos de Pelennor; el nacimiento de Ágape, como el resultado de gozosos dolores de parto y vislumbrando desde su cuna una saludable y prometedora vida; la vuelta a la bici por Madrid, como quien monta a un fiel caballo o se come la ciudad a grandes bocados; el festival de danza a final de curso, atreviéndome por fin a mostrar el fruto del duro trabajo de muchos años de esfuerzo, sabiendo que queda mucho que mejorar, pero orgullosa de haber alcanzado una especie de primera línea de meta. Y pintar muebles, y colgar el armario de la cocina (y que siga en su sitio 10 meses después), y adquirir la casi absoluta certeza de cuál es mi vocación, y tantas otras cosas, grandes y pequeñas, que si me paro otro rato a pensar me harán sonreír unas cuantas veces más. Pero no, porque me voy ahora mismo a disfrutar de las mejores croquetas de este mundo antes de comerme las uvas para decirle un "¡Hola!" entusiasmado a ese 2015 que llama ya a la puerta. Y encima, haber vivido todo esto de la mano de la persona que te queda como un guante. Visto lo visto, qué bien me encaja ahora mismo como banda sonora de mi vida mi nuevo tono de llamada del móvil. ¡Al abordaje del 2015!
miércoles, 31 de diciembre de 2014
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