Una suave brisa viene y va, y me acaricia la piel, una y otra vez.
De pronto, una bandada de pájaros comienza a piar, hasta despertarme.
Alargo la mano hacia mi teléfono móvil, y con sólo apretar un botón la bandada de pájaros se desvanece, porque no era más que la alarma de mi móvil. Son las 7 a.m.
Tardo poco en caer en la cuenta, como cada mañana, de que no estoy en Madrid, sino en Bata, en la habitación gigantesta estilo colonial en la que Miguel y yo tenemos nuestra residencia, a sólo un pasillo de la sala de "consultores" y en el piso de arriba de la sede. Tras remolonear un poco, me quito el antifaz de Air France que me hace las veces de persiana evitando la luz que se cuela por los gigantescos ventanales, y me desperezo. Abro la mosquitera y apago la brisa, o sea, el ventilador, ese amigo fiel que hace las noches más "dormibles".
Miguel ya está duchándose. Mientras él acaba, yo hago la cama.
Tomo una ducha con olor a aljibe (un poco como a pez). Hemos desarrollado la "técnica de la gasa", un apaño de fontanería que consiste en poner un trozo de gasa en cada grifo, de forma que filtra un poco los "posos" que salen con el agua. Aún se cuela algún que otro gusanillo, pero estoy segura de que lo vamos a conseguir...
Bajo las escaleras y huele a tostadas. Desayunamos los tres (Ana, Miguel y yo) mientras comentamos alguna jugada del día anterior o los planes para la tarde, o algún detalle de nuestros pasados reespectivos, que aún estamos conociendo.
A las 8:00h ya está Dani, el director del proyecto, por la sede, enredando con algún ordenador, o tratando de conectar algún nuevo apaño porque, para variar, no hay electricidad en el piso de arriba o en el de abajo de forma aleatoria.
Poco a poco la sede se va llenando de gente, cada uno se va poniendo a su tarea.
La sala de consultores (esos expatriados que vienen por una pequeña temporada para hacer un servicio técnico concreto) se va llenando, y a medida que avanza la mañana el calor y la concentración van subiendo a partes iguales. Hay momentos en los que no se oye una mosca, salvo en esos otros en los que alguien se acerca sigiloso a la mesa de otro para hacerle alguna pregunta aprovechando que es informático, o sanitario, o fotógrafo...
Hoy me toca ir por segunda vez al centro de salud La Libertad. No es un centro céntrico (valga la redundancia), pero, según dicen, es modelo de funcionamiento. Por eso Dani ha decidido mandarme allí a "rotar", como cuando era R1. Y es que es casi una nueva residencia lo que me va a tocar hacer para enterarme de cómo se funciona aquí.
El conductor nos lleva al ATS coordinador del centro, a la Hna María (una monjita Vedruna que lleva treinta años en Guinea) y a mí al Centro.
Hoy pasa consulta la enfermera encargada de la atención de la mujer embarazada. Viene sólo tres días en semana, poque está haciendo los estudios para pasar de diplomada a licenciada. Dicen que vienen muchas mujeres porque están muy contentas con su atención. Y la verdad es que a los diez minutos descubro que esta enfermera hace las veces de ginecólogo. Con sus más y sus menos en los aciertos clínicos, me parece que tiene mucho mérito lo que hace esta mujer, y me gusta ver cómo se esfuerza por hacerlo todo lo mejor posible y busca lo mejor para sus pacientes, que muchas veces tienen dificultades económicas, o culturales... Esta mujer quiere trabajar, y quiere hacerlo bien. Así sí dan ganas de cooperar...
Sobre la una del mediodía termina la consulta. El conductor del centro, súper amable de nuevo, me devuelve a la sede tras encontrarnos con tres o cuatro atascos ininteligibles y de farragosa resolución al atravesar Bata.
Al llegar a la sede, veo cómo la mañana ha seguido su curso. La sala de consultores sigue llena de gente concentrada. Los carteles o la guía que estaba empezando Miguel ya están diseñados. Me los enseña. ¡Qué bien han quedado!
Como aún queda algo más de hora y media de jornada laboral, cojo el Manual del Médico Cooperante y me pongo a estudiar algo. ¡Quisiera saber tanto...! Un capítulo de medicina Tropical (esas enfermedades que nunca caían en el examen de Patología Médica de cuarto y quinto de carrera y que apenas preguntaban en el MIR, y que por supuesto no he visto nunca en la consulta de primaria de Madrid), un capítulo sobre "Diasgnóstico de Salud" para ir calentando motores para cuando la semana que viene demos la primera vuelta por Nkué (nuestro destino definitivo a partir de enero-febrero si Dios quiere), alguna página de la OMS para resolver alguna duda concreta...
Llega Laura de Machinda, y nos cuenta algo que le pasó hoy en la visita a los poblados. Se pone con su ordenador a terminar alguna gestión pendiente, o a planificar alguna reunión, de equipo o a programar algo. La miro trabajar y siento un poco de vértigo al saber que en pocos meses yo estaré haciendo el mismo trabajo que ella en la zona de Nkué, y no se me hace nada fácil.
Con todo esto se han hecho las tres de la tarde, y ya sube Dani a recordarnos que se ha acabado el día de trabajo y que ya toca descansar.
Mañana más... De momento a comer (en casa o en la calle), y por la tarde a hacer la compra, o a jugar a algún juego de mesa o a la Wii recién traída de España. O si es fin de semana, seguro que hay algún plan de viaje interesante.
Pero los fines de semana y el ocio serán objeto de otro post.
De pronto, una bandada de pájaros comienza a piar, hasta despertarme.
Alargo la mano hacia mi teléfono móvil, y con sólo apretar un botón la bandada de pájaros se desvanece, porque no era más que la alarma de mi móvil. Son las 7 a.m.
Tardo poco en caer en la cuenta, como cada mañana, de que no estoy en Madrid, sino en Bata, en la habitación gigantesta estilo colonial en la que Miguel y yo tenemos nuestra residencia, a sólo un pasillo de la sala de "consultores" y en el piso de arriba de la sede. Tras remolonear un poco, me quito el antifaz de Air France que me hace las veces de persiana evitando la luz que se cuela por los gigantescos ventanales, y me desperezo. Abro la mosquitera y apago la brisa, o sea, el ventilador, ese amigo fiel que hace las noches más "dormibles".
Miguel ya está duchándose. Mientras él acaba, yo hago la cama.
Tomo una ducha con olor a aljibe (un poco como a pez). Hemos desarrollado la "técnica de la gasa", un apaño de fontanería que consiste en poner un trozo de gasa en cada grifo, de forma que filtra un poco los "posos" que salen con el agua. Aún se cuela algún que otro gusanillo, pero estoy segura de que lo vamos a conseguir...
Bajo las escaleras y huele a tostadas. Desayunamos los tres (Ana, Miguel y yo) mientras comentamos alguna jugada del día anterior o los planes para la tarde, o algún detalle de nuestros pasados reespectivos, que aún estamos conociendo.
A las 8:00h ya está Dani, el director del proyecto, por la sede, enredando con algún ordenador, o tratando de conectar algún nuevo apaño porque, para variar, no hay electricidad en el piso de arriba o en el de abajo de forma aleatoria.
Poco a poco la sede se va llenando de gente, cada uno se va poniendo a su tarea.
La sala de consultores (esos expatriados que vienen por una pequeña temporada para hacer un servicio técnico concreto) se va llenando, y a medida que avanza la mañana el calor y la concentración van subiendo a partes iguales. Hay momentos en los que no se oye una mosca, salvo en esos otros en los que alguien se acerca sigiloso a la mesa de otro para hacerle alguna pregunta aprovechando que es informático, o sanitario, o fotógrafo...
Hoy me toca ir por segunda vez al centro de salud La Libertad. No es un centro céntrico (valga la redundancia), pero, según dicen, es modelo de funcionamiento. Por eso Dani ha decidido mandarme allí a "rotar", como cuando era R1. Y es que es casi una nueva residencia lo que me va a tocar hacer para enterarme de cómo se funciona aquí.
El conductor nos lleva al ATS coordinador del centro, a la Hna María (una monjita Vedruna que lleva treinta años en Guinea) y a mí al Centro.
Hoy pasa consulta la enfermera encargada de la atención de la mujer embarazada. Viene sólo tres días en semana, poque está haciendo los estudios para pasar de diplomada a licenciada. Dicen que vienen muchas mujeres porque están muy contentas con su atención. Y la verdad es que a los diez minutos descubro que esta enfermera hace las veces de ginecólogo. Con sus más y sus menos en los aciertos clínicos, me parece que tiene mucho mérito lo que hace esta mujer, y me gusta ver cómo se esfuerza por hacerlo todo lo mejor posible y busca lo mejor para sus pacientes, que muchas veces tienen dificultades económicas, o culturales... Esta mujer quiere trabajar, y quiere hacerlo bien. Así sí dan ganas de cooperar...
Sobre la una del mediodía termina la consulta. El conductor del centro, súper amable de nuevo, me devuelve a la sede tras encontrarnos con tres o cuatro atascos ininteligibles y de farragosa resolución al atravesar Bata.
Al llegar a la sede, veo cómo la mañana ha seguido su curso. La sala de consultores sigue llena de gente concentrada. Los carteles o la guía que estaba empezando Miguel ya están diseñados. Me los enseña. ¡Qué bien han quedado!
Como aún queda algo más de hora y media de jornada laboral, cojo el Manual del Médico Cooperante y me pongo a estudiar algo. ¡Quisiera saber tanto...! Un capítulo de medicina Tropical (esas enfermedades que nunca caían en el examen de Patología Médica de cuarto y quinto de carrera y que apenas preguntaban en el MIR, y que por supuesto no he visto nunca en la consulta de primaria de Madrid), un capítulo sobre "Diasgnóstico de Salud" para ir calentando motores para cuando la semana que viene demos la primera vuelta por Nkué (nuestro destino definitivo a partir de enero-febrero si Dios quiere), alguna página de la OMS para resolver alguna duda concreta...
Llega Laura de Machinda, y nos cuenta algo que le pasó hoy en la visita a los poblados. Se pone con su ordenador a terminar alguna gestión pendiente, o a planificar alguna reunión, de equipo o a programar algo. La miro trabajar y siento un poco de vértigo al saber que en pocos meses yo estaré haciendo el mismo trabajo que ella en la zona de Nkué, y no se me hace nada fácil.
Con todo esto se han hecho las tres de la tarde, y ya sube Dani a recordarnos que se ha acabado el día de trabajo y que ya toca descansar.
Mañana más... De momento a comer (en casa o en la calle), y por la tarde a hacer la compra, o a jugar a algún juego de mesa o a la Wii recién traída de España. O si es fin de semana, seguro que hay algún plan de viaje interesante.
Pero los fines de semana y el ocio serán objeto de otro post.
Y así, poco a poco y con rutina, se va construyendo la felicidad. Una felicidad portátil y de viaje, pero una enorme felicidad.
ResponderEliminarLo de los gusanos q caen de la ducha me tiene fascinada!!! Mil besos desde al Madrid reciclable.
ResponderEliminarhola vivi, desde la Vera os mandamos nuestro apoyo moral, besos, y porque no podemos mandaros el taper.Estamos con vosotros.
ResponderEliminar