Son las 22:47h en Bata, Guinea Ecuatorial. Aquí ya es bien entrada la noche. Escribo este primer post desde la sede, que en el piso de arriba alberga lo que durante al menos tres meses va a ser mi hogar. He tenido que bajar aquí a escribir, porque en el piso de arriba no tenemos ahora mismo disponible ese aparatito mágico que permite proteger a los aparatos electrónicos, como este portátil, de las posibles subidas de la tensión eléctrica, que nos son nada infrecuentes con los "ires" y "venires" de la luz eléctrica. Me envuelve un intenso olor a Relec (el de mi propia piel), y escribo haciendo tiempo para que se enfríe el agua del grifo que hemos hervido durante diez minutos largos como paso previo a pasarla por el filtro, ese ente que Piltra y yo nos hemos empeñado en hacer funcionar para intentar reducir un poco nuestro consumo de agua embotellada, que aquí se hace omnipresente, ya que, aunque somos afortunados y tenemos agua corriente en lavabo, ducha, fregadero... , no es agua potable ni mucho menos.
En un sólo día aquí me he dado cuenta de que este año va a tener seguro mil atributos posibles (emocionante, fascinante, pedagógico, enriquecedor...), pero, desde luego, no el de "sostenible".
Para empezar, se acabó separar la basura. Se me ocurre preguntar al ir a tirar el primer envase de plástico, el de un jamón serrano que otra cooperante ha traído hoy como regalo desde España, si por un casual aquí hay algo de reciclaje, y la carcajada de Dani, contagiosa como siempre, me hace recordar que, increíblemente, estoy en su casa de Guinea y que tengo la suerte de que vamos a volver a compartir muchas risas y buenos momentos, y me hace caer en la cuenta de que no es que aquí no se recicle, sino que simplemente no está claro lo que se hace con la basura. Unas pocas horas después descubro que, efectivamente, el servicio de recogida de basuras no es ni mucho menos diario, a juzgar por los contenedores de las calles, que rebosan y dejan caer su contenido a las aceras, casi a la calzada.
Más tarde, en el supermercardo, descubro que también la compra sostenible va a pasar a ser ciencia ficción: TODO es importado. Fruta de Camerún, leche en polvo holandesa, azúcar francés, galletas españolas... NADA de aquí. Ni siquiera la bombona de butano que hemos tenido que cambiar hace un rato, siendo el gas una de las riquezas de este país, es de manufactura nacional, sino que es una compañía gabonesa la distribuidora. ¿Y el producto local? Simplemente, apenas hay.
Me pregunto cuál va a ser nuestra dieta de aquí a un año, y de repente se me hace algo complejo planificar un posible menú; porque intentar mantener los estándares que traemos de casa es más caro que en casa; "Bien", me diréis, "come producto nacional". Pues va a ser difícil si pretendemos mantener una dieta medianamente equilibrada. Según dicen los más experimentados, fuera del plátano, la yuca y el mango, poco más hay. Confío en encontrarle el quid a la cuestión de aquí a unos días... El queso rallado para la pasta va a pasar a ser un lujo que cuesta la friolera de más de 3 euros el paquetito de 100 g.
Y si quieres cereales, pues Kellogs, y no hay más. ¿Que está en la lista de transgénicos? Pues si no te parece bien, abstente de comer cereales durante un año, porque de momento no se ven más marcas.
Aquí hace tanto calor por las noches que el aire acondicionado es casi imprescindible. Y si abres las ventanas, los mosquitos del paludismo acechan. Una insostenibilidad más, que espero que solucionaremos a golpe de ventilador y adaptación en breve. Todo se andará...
Y hablando de andar, mañana intentaremos ese medio de desplazamiento, porque en estos dos días apenas hemos pisado la calle fuera del coche. Se nos ha ocurrido preguntar tímidamente por la posibilidad de moverse en bici por la ciudad, pero al parecer es bastante arriesgado aventurarse a moverse sobre dos ruedas en medio de conductores nada acostumbrados.
En fin... al final del día de hoy no puedo parar de pensar en lo fácil, lo facilísimo que es llevar una vida sostenible en Madrid: moverse en bici, reciclar todo lo reciclable, comprar productos locales (si no ecológicos), elegir si quiero comprar transgénicos o no, prescindir si quiero del aire acondicionado, vivir en un ambiente saneado, disfrutar del agua corriente y velar porque las aguas sigan limpias con gestos muy simples... y un largo etcétera.
Después de estos dos días escasos veo claro que allí, en Europa, si no lo hacemos, no tenemos perdón. No tenemos perdón.
En un sólo día aquí me he dado cuenta de que este año va a tener seguro mil atributos posibles (emocionante, fascinante, pedagógico, enriquecedor...), pero, desde luego, no el de "sostenible".
Para empezar, se acabó separar la basura. Se me ocurre preguntar al ir a tirar el primer envase de plástico, el de un jamón serrano que otra cooperante ha traído hoy como regalo desde España, si por un casual aquí hay algo de reciclaje, y la carcajada de Dani, contagiosa como siempre, me hace recordar que, increíblemente, estoy en su casa de Guinea y que tengo la suerte de que vamos a volver a compartir muchas risas y buenos momentos, y me hace caer en la cuenta de que no es que aquí no se recicle, sino que simplemente no está claro lo que se hace con la basura. Unas pocas horas después descubro que, efectivamente, el servicio de recogida de basuras no es ni mucho menos diario, a juzgar por los contenedores de las calles, que rebosan y dejan caer su contenido a las aceras, casi a la calzada.
Más tarde, en el supermercardo, descubro que también la compra sostenible va a pasar a ser ciencia ficción: TODO es importado. Fruta de Camerún, leche en polvo holandesa, azúcar francés, galletas españolas... NADA de aquí. Ni siquiera la bombona de butano que hemos tenido que cambiar hace un rato, siendo el gas una de las riquezas de este país, es de manufactura nacional, sino que es una compañía gabonesa la distribuidora. ¿Y el producto local? Simplemente, apenas hay.
Me pregunto cuál va a ser nuestra dieta de aquí a un año, y de repente se me hace algo complejo planificar un posible menú; porque intentar mantener los estándares que traemos de casa es más caro que en casa; "Bien", me diréis, "come producto nacional". Pues va a ser difícil si pretendemos mantener una dieta medianamente equilibrada. Según dicen los más experimentados, fuera del plátano, la yuca y el mango, poco más hay. Confío en encontrarle el quid a la cuestión de aquí a unos días... El queso rallado para la pasta va a pasar a ser un lujo que cuesta la friolera de más de 3 euros el paquetito de 100 g.
Y si quieres cereales, pues Kellogs, y no hay más. ¿Que está en la lista de transgénicos? Pues si no te parece bien, abstente de comer cereales durante un año, porque de momento no se ven más marcas.
Aquí hace tanto calor por las noches que el aire acondicionado es casi imprescindible. Y si abres las ventanas, los mosquitos del paludismo acechan. Una insostenibilidad más, que espero que solucionaremos a golpe de ventilador y adaptación en breve. Todo se andará...
Y hablando de andar, mañana intentaremos ese medio de desplazamiento, porque en estos dos días apenas hemos pisado la calle fuera del coche. Se nos ha ocurrido preguntar tímidamente por la posibilidad de moverse en bici por la ciudad, pero al parecer es bastante arriesgado aventurarse a moverse sobre dos ruedas en medio de conductores nada acostumbrados.
En fin... al final del día de hoy no puedo parar de pensar en lo fácil, lo facilísimo que es llevar una vida sostenible en Madrid: moverse en bici, reciclar todo lo reciclable, comprar productos locales (si no ecológicos), elegir si quiero comprar transgénicos o no, prescindir si quiero del aire acondicionado, vivir en un ambiente saneado, disfrutar del agua corriente y velar porque las aguas sigan limpias con gestos muy simples... y un largo etcétera.
Después de estos dos días escasos veo claro que allí, en Europa, si no lo hacemos, no tenemos perdón. No tenemos perdón.
Virrrr, joe, que emocionante, pasatelo muy bien y aprovecha esta oportunidad. Un beso muy fuerte, ah y mucho Relec Forte, aunque los mosquitos de allí se lo deben de beber a chupitos.
ResponderEliminarbesssos
En los pueblos de Castilla tampoco se recicla, apenas hay productos locales y como vayas en bici te la juegas a que te pase por encima cualquier bastardo... si no fuera por el frío que hace, seguro que también tendríamos que darle al repelente de mosquitos. ¡Para irte al Tercer Mundo sólo tenías que haber cruzado Somosierra!
ResponderEliminarEres muy grande y muy valiente, Vir. ¡Ánimo!